Manual de instrucciones: breve introducción al blog.

Hola, bienvenide.
Si llegaste acá por pura casualidad, quedate, pasá. Te cebo un mate mientras te explico cómo interpretar el desorden ordenado (sí, mi cabeza piensa que eso es, en alguna escala, orden) que anida en este blog.
No hay función apelativa. Quedate si querés. Yo te invito, pero podés decir que no. Lo que sigue son sólo palabras sueltas. Propias, y ajenas.
Tomá un mate. Y si no te gusta, un té. Y si no querés, un vaso de agua. Y una galletita. Si te vas, sin mirar nada, por lo menos no te llevás el estómago vacío.

lunes, 8 de agosto de 2011

cosas que uno recuerda mientra pinta

Cuando era chiquita podía pasar toda la tarde dibujando. Corría, jugaba, saltaba, pero más que nada dibujaba.
Bastante mañosa era para pintar. Para la piel no usaba naranja, sino ese color naranja clarito(que para hacerlo en pintura hasta hay que agregarle una pizca de verde!) que venía sólo en algunas cajas de lápices de colores. Y como segunda opción, rosa, no naranja. Naranja nunca. De todos los colores, era uno de los que menos me gustaba. Para mi pesar, mi número preferido y la N de mi nombre casi siempre venían pintados de ese color en los abecedarios.
¿Y para pintar las bocas? Já! No podía entender por qué, a las sonrisas dientudas, esas con forma de D acostada, a veces las pintaban de negro. ¡NO! Como máximo, era un rojo muy, muy, muy oscuro!
Incluso, había tomado mis recaudos en el pasaje de la vida tridimensional a la bidimensión. Cuando me sacaban una foto, ponía la lengua entre los dientes superiores e inferiores, para reducir el contraste y que el "fondo" de los dientes saliera rojo, rosado, mas no negro.
Loca de chiquita, sí señor.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Loca, loca, loquisima y hermosisima!
Como vales la pena, mujer!