Manual de instrucciones: breve introducción al blog.

Hola, bienvenide.
Si llegaste acá por pura casualidad, quedate, pasá. Te cebo un mate mientras te explico cómo interpretar el desorden ordenado (sí, mi cabeza piensa que eso es, en alguna escala, orden) que anida en este blog.
No hay función apelativa. Quedate si querés. Yo te invito, pero podés decir que no. Lo que sigue son sólo palabras sueltas. Propias, y ajenas.
Tomá un mate. Y si no te gusta, un té. Y si no querés, un vaso de agua. Y una galletita. Si te vas, sin mirar nada, por lo menos no te llevás el estómago vacío.

sábado, 28 de febrero de 2009

Fiebre y sal.

Y es que febrero tiene su magia. ¿De qué otra manera podría ser que, entonces, a veces tenga 28 días, y otras les robe dos a los que más tienen?
Febrero es tiempo de reflexión, febrero es tiempo de libertad... de calor estival, pero de frescura intelectual. De, sobre todo, espacio y tiempo que no se convierten en velocidad, sino que se quedan en su estado primo, dejándonos respirar antes de sumergirnos en la vorágine.
Febrero, sin finales, es paz.

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Y la inspiración que viene y va...
Vuelta a un sitio que no debería haber dejado, pero por fu o por fa, aquí quedó.
Regreso a una realidad de menos cuelgues, de menos febreros egoístas, de más fotocopias y aún menos horas de sueño... Si es que me quiere abrir la puerta...






Realidad que en la tierra descansa
al costado de un largo camino,
se refleja en su cielo las ansias
de lidiar con su propio destino.


Y sus ojos, en plena ceguera
ya se dejan ganar por la fiebre,
y no encuentran pasión ni agonía
más que en la indecisión de su frente.


Y su cara y sus manos me llaman,
me sumerjo en su alma y su esencia
y me pierdo, y me encuentro con ella.


Ese gusto salado en la boca,
y ese último y lento suspiro
me recuerdan al dulce febrero.


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Fiebre y sal.