Manual de instrucciones: breve introducción al blog.

Hola, bienvenide.
Si llegaste acá por pura casualidad, quedate, pasá. Te cebo un mate mientras te explico cómo interpretar el desorden ordenado (sí, mi cabeza piensa que eso es, en alguna escala, orden) que anida en este blog.
No hay función apelativa. Quedate si querés. Yo te invito, pero podés decir que no. Lo que sigue son sólo palabras sueltas. Propias, y ajenas.
Tomá un mate. Y si no te gusta, un té. Y si no querés, un vaso de agua. Y una galletita. Si te vas, sin mirar nada, por lo menos no te llevás el estómago vacío.

sábado, 31 de mayo de 2008

Sobre olas, bolsillos y pasado

Y dejarse llevar... como grano de arena mezclado con sal.
Y dejarse llevar... como una botella en esa inmensidad.
Y dejarse llevar por su mar.

Es esa calma, esa quietud, ese vaivén, la confusión.
Es el saber que ese sabor no te hace bien,
Ese sabor a lágrimas...
Ese maldito sabor a soledad que se te mete en los huesos y no te deja en paz.
Que te llena de vacío el pecho, que como azúcar se resbala entre tus manos dejando el agridulce aroma tristón a recuerdo, esa certeza de que nada volverá. Esa tristeza que se anuda en tu garganta, y te impide respirar.

Es revolver en la cajita de recuerdos, y no encontrar ninguno que te haga sonreír.
Es revolver en los bolsillos del olvido, y no poder salir.

Es confusión, es agonía,
Es soledad, es poesía,
es el recuerdo de lo que duele olvidar.

Es manantial de hipocresía,
es enterrar una utopía,
todo eso es en esta fría realidad.

jueves, 15 de mayo de 2008

Sobre edades, historias y futuro.

"Y el día de mañana, cuando la tersura de tu quinceañera piel se haya perdido, dejándole el lugar a esos primeros imperceptibles surcos que más tarde, como el río que va corriendo y en su carrera va formando su cauce, se volverán más profundos, evidenciando así el paso de los años, te darás cuenta de cuán rápido agita sus alas el tiempo, dejándonos nada más que la suave brisa como evidencia de su paso. [...]"

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Hoy, más cerca de los veinte que de los quince, me recorre un escalofrío cuando pienso en lo lejano que me parecía todo esto. Hoy, tan lejos de aquel tiempo de muñecas y rosados en todos los matices, me sonrío al verme al espejo y compararme con aquella que quería ser. Hoy miro en el cuaderno de recuerdos y me encuentro, y me entiendo, y me vuelvo a entender, y me recuerdo y siento como si fuera ayer. Y el tiempo pasa...
Entre palabras sueltas, dibujos y pensamientos encuentro proyecciones imaginarias de un posible futuro que, a medida que corrían los años, se iban renovando, adelantándose una vez alcanzada en la realidad esa edad que parecía lejana, distante e imposible de alcanzar. Y, entre trazos inicialmente animescos pero cada vez más libres y propios, el reflejo de esos quiero ser en historietas, en pilas y pilas de papeles con muchísimas historias y poquísimos finales.

Y sí. A los ocho, la edad perfecta eran los doce, edad de travesuras, de planes secretas y aventuras asombrosas.
A los once, se corría a los catorce, en donde decir "veinte" era una aberración a la imaginación de la época.
A los trece, no había edad más hermosa que los quince, llena de encuentros y desencuentros, de aventuras, amistades y amores puros que, por más que parecieran imposibles, tarde o temprano -viajes por el mundo, por el tiempo o por universos paralelos de por medio- nacían, vivían, se reproducían, comían perdices y jamás pero jamás morían.
Una vez pasada la línea imaginaria de la famosísima edad del pavo, llegando a la dulzura de los dieciséis y al ligero sabor amargo de los diecisiete las historietas empezaron a escasear cada vez más -historias realistas mezcladas con tiempo, universidades, estudio y casualidades extrañamente dispuestas bajo quién sabe qué regla lógica- y a medida que la conciencia se encargaba de considerar que las dos decenas estaban más cerca de lo que parecía, un mundo nuevo surgía y una nueva forma de concebir lo que vendría.
Una realidad mezclada con sueño que solo mi cabeza podía articular y entender. Una realidad incontable que probablemente fuera menos coherente que un texto argumentativo de mi autoría. Una proyección cada vez más cercana a lo que podía llegar a ser, pero sin dejar de lado la magia de un buen recuerdo.

Y así es que hoy, a los casi diecinueve, entre números combinatorios, divisores, matrices y una realidad casi distorsionada por el aislamiento resurge esa porción de historia, expectativa, esperanza y demáses, de proyectos y quieros ser que aunque parezcan lejanos y distantes, estuvieron e implícitamente están; porque sin ellos -y más que nada por el agraciado efecto mariposa- lo que fue jamás hubiera sido, y el ahora sería completamente diferente. Tal vez ahora estaría siguiendo abogacía, estudiando comercio exterior o haciendo un profesorado de educación física. O tal vez no, y de una u otra manera, todos los caminos efectivamente conducen a Roma.




domingo, 4 de mayo de 2008

Sobre botellas, cristales y realidades



Dicen. Dicen que dicen.
Dicen que los ombúes tienen sentimientos.
Dicen que las cortinas no ocultan el sol.
Dicen que la felicidad puede expresarse en fórmulas matemáticas.
Dicen que el color naranja da seguridad.
Dicen. Dicen que dicen.

Dicen que las personas somos como mensajes en botellas, naufragando por el mar.
¿Será verdad?

Imaginate... (sí, imaginate, leíste bien) que tuviéramos cada uno una botellita, y que a la vez estuviéramos nosotros adentro.
Que, tapada con un corcho, nos aislara, nos separara, nos protegiera, si así quisiéramos verlo, de la realidad. Y sólo a través de ese cristal pudiéramos contemplarla e intentar comprenderla.

Ahora bien, ninguna botella es igual a las demás (Algunas más grandes, otras más chicas. Algunas de cristal más grueso, otras más finas. Algunas verdes, otras celestes, otras amarillas; frágiles, curvadas, angulosas, retorcidas.) y a través de cada cristal, el afuera se deforma, se tiñe de verde, se estira, se disuelve. La realidad se adapta a los diferentes colores, a las diferentes texturas, a los diferentes cristales, y cada uno de nosotros vemos la realidad a través de nuestra botella, de nuestro cristal. La vemos con nuestro color, y de ese color vemos cada porción de nuestra vida.

Las ideas nacen verdes, las ideas nacen azules, las ideas nacen del color de la botella, y, cuando, por ejemplo, porque estamos tristes, el corcho se hincha y la botella se traba, no salen, sino que, encerradas, rebotan, y se quedan flotando en esa atmósfera personal cada vez más concentrada. Y cuando estamos tristes o cuando tenemos un problema, estamos tan encerrados en esa botella que las ideas se chocan contra el vidrio y se empiezan a condensar... y el vapor, cada vez más espeso, impide que veamos la realidad con los colores de nuestra botella. Y quizás, aunque la solución sea simple no podemos verla gracias a la niebla de tristeza que empañan los cristales de la botella.

Pero a veces, cuando alguien nos cuenta su realidad, o nuestra realidad teñida de otro color, las ideas comienzan a fluir cada vez más rápido, y de tantas vibraciones, de tantos choques y tanta presión, el corcho se destapa, el vapor sale y el vidrio se desempaña, y la realidad, gracias a esa otra realidad, retorna a su color habitual, y ese problema que era tan problema y tan complicado de resolver deja de ser problema y se transforma en solución, quizás, inclusive, por el mero hecho de que nunca había sido más que realidad empañada por la tristeza.
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...del 22/12/07, pero todavía sigo sosteniendo esta teoría =)

viernes, 2 de mayo de 2008

Sobre combinaciones y sombras

Entre pasadizos de números capicúas, combinaciones de personas que van a un teatro y les agarra fobia a sentarse al lado de alguien de su mismo sexo y amigos que se juntan a comer un asado y no tienen mejor idea que ponerse a ver de cuántas maneras se pueden sentar alrededor de una mesa redonda, me pierdo, me canso, me derrito de aburrimiento y escribo.
Quizás lo peor de todo (o, entre nos, "lo más pior") es que en el parcial más que personas que van a un teatro o amigos que se juntan a cenar va a haber conjuntos A y B inyectivos, biyectivos, triyectivos, sobreyectivos, ayectivos, anteyectivos, bajoyectivos, conyectivos o lo que sea, y todos los ejercicios sobre juegos de azar, cartas, ruletas, bolilleros, billetes de quiniela o prode, dados y todos los etcéteras posibles se van a quedar en el cuaderno, intactos, matándose de risa.

Es así, no hay vuelta que darle. O te amigás con las funciones loquesea-yectivas, o te vas a arquitectura o abogacía.

Yo me voy al IUNA.

Pero daaale, ¿qué te cuesta intentar entenderlas?

Está bien... un ejercicio más. Después de todo no son tantos...

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Y una vez más, ella se dejó llevar por la molesta y estridente voz de su conciencia.