Manual de instrucciones: breve introducción al blog.

Hola, bienvenide.
Si llegaste acá por pura casualidad, quedate, pasá. Te cebo un mate mientras te explico cómo interpretar el desorden ordenado (sí, mi cabeza piensa que eso es, en alguna escala, orden) que anida en este blog.
No hay función apelativa. Quedate si querés. Yo te invito, pero podés decir que no. Lo que sigue son sólo palabras sueltas. Propias, y ajenas.
Tomá un mate. Y si no te gusta, un té. Y si no querés, un vaso de agua. Y una galletita. Si te vas, sin mirar nada, por lo menos no te llevás el estómago vacío.

sábado, 26 de julio de 2008

Fe de erratas.

Buscando creer.
Creer en brujas, creer en hadas. Creer en uno, creer en Dios.
Creer en ángeles, creer en cartas. Creer en destinos, creer en fantasmas.
Creer en dragones, diablos, gordos con regalos, creer en la magia.
Creer en la vida, creer en la muerte, en el bing bang, en la gente, en el arte, en milagros.
Creer. Tan sólo creer.
Y sentir que el alma, el espíritu o esa bolsita que tenemos adentro o como quieran llamarlo se llena, se infla y cosquillea, y sonríe, y se ríe y se retuerce de la risa.
Creer. Y sentirnos, por una vez al menos, completamente felices.

"Caminando despacio,pensó en este sentimiento que le llenaba por completo. Razonó hondamente, se dejó deslizar comoa través de unas aguas profundas, dejóse caer hasta el fondo de ese sentimiento, hasta allí dondese encuentran las causas. Creía que comprender las causas era precisamente pensar, y que sólo através de la razón, los sentimientos pueden convertirse en comprensión, es decir, que no sepierden, sino que se transforman en sustancias y empiezan a derramar su contenido."

Siddharta

Herman Hesse

martes, 15 de julio de 2008

Inspiración telegráfica II

Hola. Tanto tiempo. Sí, muy bien, ¿usted?. Me alegro. Prefiero esperar... adiós.

Otra vez se escapó, y manda sus palabras por telegrama. Otra vez... como nueve meses atrás, cuando si bien no se había ido, se excusaba detrás de polisacáridos y presentaciones.
Hoy confieso con un tanto de amargura que la extraño, que espero que vuelva pronto. Llevaba pantalones amarillos y remera violeta a lunares naranjas. Pobrecita, con su bufanda roja y su brújula rota quién sabe a dónde habrá ido a parar...
Sólo telegramas... sólo palabras de espera. Pero aún así, palabras que indican que aún existe.
Quizás sea como las golondrinas... Quizás con la primavera vuelva y los pájaros vuelvan a cantar, y el Sol vuelva a salir.
Quizás el tiempo retroceda y otra vez, como aquella noche, un polisacárido grite en la misma escala que la profesora de bioquímica al día siguiente, pero allí esté ella, su-mi inspiración canturreando en voz bajita cuando se le diera la gana.
Quizás vuelva, y no haga falta una máquina del tiempo para escuchar de vuelta su hermosa voz.
Quizás algún día lea esto, desde quizás París, quizás Oslo, quizás Camberra, quizás... ¡quién sabe! y sepa que la extraño... que no hay nada más bonito que su melodía sonando de madrugada, y su manera tan peculiar de saltar en los charcos.
Quizás tan solo sea como las golondrinas...

lunes, 14 de julio de 2008


Un cronopio pequeñito buscaba la llave de la puerta de la calle en la mesa de luz, la mesa de luz en el dormitorio, el dormitorio en la casa, la casa en la calle. Aquí se detenía el cronopio, pues para salir a la calle precisaba la llave de la puerta.

Historia.

Julio Cortázar

Sobre besos y recuerdos.

Todo rincón de la casa esconde recuerdos. Bueno, por ahí todos no, pero la mente es uno de esos mecanismos que hacen que cuando uno encuentra un rincón sin recuerdo, enseguida se lo inventa.
Cuando de tanto mirar las esquinas las historias empiezan a saltar y bailar por todos lados; y cada vez que vamos a la cocina nos tropezamos con alguno y rompemos algún vaso o plato, uno se cansa, y los levanta del piso y los guarda en el primer lugar que encuentra.
Así se empiezan a desparramar, entre puteada y plato roto. Y así sucede que hasta el más chiquitito recipiente se llena de tierra, de basuritas y de recuerdos.
Si buscásemos en todas las cajitas y cacharritos, esas latitas y lapiceros que dan vueltas por todos lados, encontraríamos minas de lápices, sacapuntas, pelusa, una bolita, una carta de amor de primer grado, pedacitos de uñas, el documento, el anillo de la abuela, la tapita de ese arito, miles de lapiceras sin tinta, la pulserita de tu mejor amiga (de Ana, la de sexto grado) y el pañuelito ese que te regaló Matías. Y entre todas esas cosas, migajas de momentos que se te juntan y rejuntan en la mente, y todos esos pedacitos de historia que empiezan a caer en picada contra nuestros cerebros.
Ordenar, entonces, es tarea difícil. A cada rato te salta un recuerdo por donde menos lo esperás. Es que son así. Se quedan agazapados esperando el momento de más debilidad para atacar.
Te sorprenden cuando, después de sacarle la tierra a ese libro para leer el título, al abrir en una página cualquiera el aire se llena de fragancia de rosa; cuando en aquel cajón de cosas viejas y olvidadas con sabor amargo encontrás un pedacito de cielo; cuando la inspiración ataca eligiendo la peor hora, produciendo el insomnio y alterando los sueños; cuando entre confesiones, descripciones y mates dulces, hasta los besos más extravagantes que uno guarda salen a dar un paseo.
Y sin querer queriendo, una lágrima de polvo recorre tu mejilla.

jueves, 10 de julio de 2008

Sobre gatos, ideas y diseño gráfico.

Fugaz idea, que llegó para quedarse. Al menos por un tiempo.
¿Quién diría que la decisión iba a tomarse un jueves de insomnio a las tres de la mañana? Pues bien, por el momento, se arraigó bastante. Hizo cuevita. Como los gatos, cuando se suben a la falda de uno en busca de caricias. Ronronea, está bastante a gusto.
Las ideas tienen esa manera también tan peculiar de acurrucarse. Se filtran hasta por la rendija más chiquita de la casa, y cuando vos menos te lo esperás, en el momento en que acercás las manos a la estufa para que se pase el principio de congelamiento en los dedos, ¡zás! ahí te saltan las guachas. Y te miman y se refriegan tanto que te da lástima echarlas.
Hasta que empiezan a dormir en tu cama. De repente, un día, de la nada, se te aparece durmiendo entre las sábanas (obviamente, desacomodadas). El primer impulso es rajarla a patadas. Pero después la mirás un poco mejor, y está tan acomodadita, tan dulce... que te enternecés. Igual que con los gatos.
Y entonces las ideas-gato al escucharte, se despiertan, se estiran, dan un giro y se ponen panza para arriba, y vos no podés evitar una caricia. Es que te pueden.
Y así, con su dulce ronroneo engañoso y apelativo, la idea-gato se fue metiendo de a poquito, sin decir nada, hasta que la descubrí hoy a la madrugada. Bien podría haber sido un miércoles a la tarde, o un sábado a la mañana. Pero fue un jueves por la madrugada.
¿Y qué? ¿O me van a decir que a ustedes nunca se les ocurrió, así de la nada, así como un gato, un martes o un viernes o un domingo cuando las ideas bajan por toboganes, estudiar diseño gráfico?

miércoles, 9 de julio de 2008

Feriado de ánimo.

Hace 192 años el Virreynato del Río de la Plata se disolvía, y las Provincias Unidas de Sud-América declaraban su independencia de España.
Hoy, a casi doscientos años, poco se recuerda de la lucha de tanta gente por ese objetivo común. Uno se acuerda más de la nieve del año pasado que de por qué hoy se quedó en su casa.

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Extraño día, es cierto. La atmósfera se hace de piedra y se desploma sobre el ánimo. Él, pobrecito, se retuerce tratando de salir, pero pesa mucho. Conclusión: el ánimo por el piso.
Será que en los feriados uno se pone a pensar (no, no digo que uno se ponga a pensar solo en los feriados, la frase sigue) más acerca de uno, de a dónde está yendo, de qué quiere de la vida, de cuáles son sus objetivos y qué tan cerca (o no) está de cumplirlos. Será sencillamente que uno tiene un poco de tiempo para pensar en uno, y ahí aprovechamos para darnos con un caño...
No sé. Será que nosotros también necesitamos un feriado en el ánimo.

martes, 8 de julio de 2008

El elefante y la hormiga.

-Sí, un elefante ocupa mucho espacio, -dice mientras toma el último sorbo de chocolatada- pero bien que nunca lo viste escondido detrás de una flor. ¿Viste qué bien se esconde?
Una vez más, la enana se salía con la suya. Pero las cosas no iban a quedar así...
-La verdad, tenés razón... ¿Pero sabías que a pesar de que son grandootes, grandotes, pueden tener ideas grandes o chiquititas? - Los ojazos se le abrieron de repente, como buscando una respuesta rápida, pero por el momento parecía que el triunfo era mío. - Los elefantes, como dice el cuento, a veces tienen ideas a lo elefante...
-Claro... ideas a lo graaaande! De esas que si se le caen, aplastan a alguien. - La verdad, a veces me daban ganas de saber qué era lo que le pasaba por esa cabecita rubia que quería saberlo todo.-
-Sí... pero otras veces tienen ideas del tamaño de una hormiga. ¿Y sabías que las hormigas también pueden tener ideas del tamaño de un elefante?
-...- Misteriosamente, había conseguido atrapar su atención, al menos momentáneamente, y una vez más me miraba sin intentar contestar.-
-Una hormiguita como vos. Pensó que el cielo por ahí no era celeste, sino que todos pensaban que era celeste porque a alguien se le ocurrió ponerle "celeste". Pensó que las estrellas, cuando se caen, cumplen un deseo para quien las esté mirando. Pensó que con paciencia hasta se puede alcanzar la hoja más alta de un árbol más alto. Todo eso pensó en menos de un segundo la hormiguita.
-¿Todo eso? - Sus cinco añitos descubrían el mundo de una manera fantástica, y esas cosas le encantaban.-
-Todo eso, y mucho más. Y mientras el elefante pensaba en lo chiquitita que era la hormiguita que estaba haciéndole sombra con sus ideas; desde el piso, la hormiga-nena pensó que así como el sol se puede tapar con una mano, un elefante ocupa mucho espacio, pero si quiere esconderse, nunca hay nada mejor que pensar una flor de idea. Y viste, tenías razón. ¿Viste qué bien se esconden?
Por ahí cuando crezca, mi hormiguita se haga reina, y tan reina que su sombrita, aunque chiquita, sea una de las flores más bonitas de la Tierra.



"Que un elefante ocupa mucho espacio lo sabemos todos. Pero que Víctor, un elefante de circo, se decidió una vez a pensar "en elefante", esto es, a tener una idea tan enorme como su cuerpo... ah... eso algunos no lo saben, y por eso se los cuento."

Un elefante ocupa mucho espacio.

Elsa Bornemann
"El libro decía: "Las serpientes boas tragan sus presas enteras, sin masticarlas. Luego no pueden moverse y duermen durante los seis meses de la digestión."
Reflexioné mucho entonces sobre las aventuras de la selva y, a mi vez, logre trazar con un lápiz de color mi primer dibujo.
Mostré mi obra maestra a las personas grandes y les pregunté si mi dibujo les asustaba.
Me contestaron: "¿Por qué habría de asustar un sombrero?"
Mi dibujo no representaba un sombrero. Representaba una serpiente boa que digería un elefante."

El Principito

Antoine de Saint-Exupéry

lunes, 7 de julio de 2008

Persiguiendo domingos.

Perseguir la sombra de un domingo, buscando sentir que te amo con solo mirar el techo.
Extraño es perseguir un domingo. Los domingos corren rápido, y así como llegan, se van. Intentar alcanzarlos es como correr una estrella fugaz. Y las estrellas fugaces van rápido...
Quizás buscar sentir ese domingo es como buscar volver el tiempo atrás, en donde cada pedacito de momento tiene su único lugar, como un rompecabezas de recuerdos.
Quizás sea que la forma de esa pieza no encaje en ningún otro lugar; y en vano es intentar meterla por la fuerza en la casilla de ayer, de hoy o de mañana.
Quizás sea porque hace casi un año te apareciste de la nada, con una docena de facturas, sin un motivo, por primera vez.
Quizás sea porque el techo todavía tenía polvo de estrellas, y con nuestras risas cayeron los últimos poquititos que estaban pegados a los muebles.
Quizás porque en ese instante anda a saber que pensabas, y de repente cotejando datos llegaste a la conclusion de que sí me querías más que lo normal.
Quizás por todo eso - o quizás no - intentar perseguir ese domingo es como emprender un viaje que sabés que nunca va a llegar a destino.

domingo, 6 de julio de 2008

Hombre pequeñito, hombre pequeñito,
suelta a tu canario que quiere volar.
Yo soy tu canario, hombre pequeñito,
déjame saltar.

Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,
hombre pequeñito que jaula me das.
Digo pequeñito porque no me entiendes
ni me entenderás.

Tampoco te entiendo, pero mientras tanto
ábreme la jaula, que quiero escapar;
hombre pequeñito, te amé media hora,
no me pidas más.
Hombre pequeñito
Alfonsina Storni

Sobre jaulas, historias e hipocresía.

...ábreme la jaula que quiero volar.

Como en los relatos que parecen extraordinarios, aquellos en los que se envuelve a alguien en una niebla de ficción y se la espesa hasta el punto en que se termina convirtiendo en la realidad misma, el aire se hace cada vez más denso, como si una fina capa de humo afisxiara el ambiente y entrara a los pulmones sin ningún filtro.
No me gusta, no me gusta, no me gusta. Me ahogo, me cuesta respirar; apenas de un hilo de cordura cuelgan mis ganas de estallar.
¿La hipocresía es contagiosa?

.
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*

Se respira en el aire el silencio. Se observan en los rostros la mentira.
Como describe Accame, en Venecia; Casona, entre ilusiones, jacarandáes y ojos color avellana; Cortázar, con cartas, firmas y viajes de trabajo.

Como los pájaros... que por haber vivido siempre en una jaula, no saben lo bonito que es volar.