se me queman las entrañas de la bronca
de sabernos suficientes y cobardes.
sea fuego el que consuma nuestros hilos,
de ese que primero abraza y luego arde.
que se achicharren y conviertan en ceniza
y que luego se dispersen los instantes
en los que prolongamos los minutos
creyéndonos la urdimbre,
tensados, sostenidos,
anudando una estructura
que era aire.