Me duele el codo. Me lo golpeé contra la pared, cuando me resbalé al salir de la ducha. Se me hizo un moretón, pero no uno cualquiera. Es moretón con raspón, como aquellos de hace tantos años.
Aquellos golpes de infancia, en que la rodilla quedaba colorada y ardiendo, por tropezar contra el suelo de piedritas que iba al portón, rodeando el tilo. O de baldosa de patio de colegio, cuando quise caminar toda anudada. O de manchas, quemados y escondidas, y pica para todos mis compas.
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