Manual de instrucciones: breve introducción al blog.

Hola, bienvenide.
Si llegaste acá por pura casualidad, quedate, pasá. Te cebo un mate mientras te explico cómo interpretar el desorden ordenado (sí, mi cabeza piensa que eso es, en alguna escala, orden) que anida en este blog.
No hay función apelativa. Quedate si querés. Yo te invito, pero podés decir que no. Lo que sigue son sólo palabras sueltas. Propias, y ajenas.
Tomá un mate. Y si no te gusta, un té. Y si no querés, un vaso de agua. Y una galletita. Si te vas, sin mirar nada, por lo menos no te llevás el estómago vacío.

miércoles, 10 de enero de 2024

 Llevar la voz desde la punta de los dedos,

como tensando una flecha que parte

hasta la última fila de un teatro magnífico, 

de arquitectura invisible y claridad imponente.

Pender de un hilo de miel por donde desciende el sonido, hasta las entrañas mismas de la tierra.

Deslizarse en el aire como un arco de violín, que con su danza persiste y trasciende.

Sentir la línea del sonido que, como el río, nunca pasa por el mismo sitio, y siempre está en movimiento.

Trascender los límites de uno mismo:

hallarnos en matices y vibraciones nuevas.

Explorar la física de las ondas y hacerlas percepción, ser la abstracción de una campana y sentir los canales que se abren para dar paso a lo vibrante.

Sabernos instrumentos complejos y sintientes, ser y proyectarnos intencionadamente en el canto, fundirnos en lo etéreo.

Seguir el trazo que dibujan las metáforas que se abren como puertas, o como vórtices hacia nuevas comprensiones.

En constante expansión, riendo con cada nueva sensacion y descubriendo la madera, el terciopelo, los bostezos, 

la sensación de cantar con cada fibra del cuerpo,

como si de teletransportarse a nuevas geografías se tratara.

A mi maestra, generosa exploradora del sonido, con sus llaves hacia tantos universos, gracias.

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