
Somos treinta y tantas personas distintas.
Algunas contralto, otras tenores; algunas más altas, otras más delgadas.
Somos treinta y tantas voces diferentes que cantan su propia melodía, y sin embargo, cuando se ensamblan (grito, dirección y corrección de por medio) logran que ese manojo de sonidos se vuelva esa unidad llamada música.
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Desde cortarse el flequillo hasta ponerse una bufanda verde y revolver el armario hasta encontrar algo que combine para poder usarla.
Desde estar contentos por el clima templadito hasta tratar de que ese mi salga más limpio, más claro, más etéreo.
Es tiempo de cambio. De renovación.
De mente, de rutina, de rutinas de mentes y dementes, de todo.
Quizás buscar cambiar la imagen es una forma inconciente de escuchar los gritos mudos que el cerebro manda, en pedido de auxilio. Tal vez querer otro color en una camisa es un acallado alarido que exige otro aire, otra forma de ver las cosas, otra perspectiva a la hora de juntarnos en cada ensayo.
Por ahí lo único que necesitamos es revivirnos a nosotros mismos y buscar ser en armonía, buscar que treinta y tantas voces entonen una misma melodía, sin que ninguna suene más que otra o se pierda en el camino.
Buscar encontrarnos en la melodía de cada sábado, de cada ensayo, y poder estar juntos cantando, compartiendo, aprendiendo.
Darle sentido a nuestro nombre, y cuando las cosas se ponen feas, somos pocos o hay tormenta, buscar el sol adentro nuestro,
renacer.
Desde estar contentos por el clima templadito hasta tratar de que ese mi salga más limpio, más claro, más etéreo.
Es tiempo de cambio. De renovación.
De mente, de rutina, de rutinas de mentes y dementes, de todo.
Quizás buscar cambiar la imagen es una forma inconciente de escuchar los gritos mudos que el cerebro manda, en pedido de auxilio. Tal vez querer otro color en una camisa es un acallado alarido que exige otro aire, otra forma de ver las cosas, otra perspectiva a la hora de juntarnos en cada ensayo.
Por ahí lo único que necesitamos es revivirnos a nosotros mismos y buscar ser en armonía, buscar que treinta y tantas voces entonen una misma melodía, sin que ninguna suene más que otra o se pierda en el camino.
Buscar encontrarnos en la melodía de cada sábado, de cada ensayo, y poder estar juntos cantando, compartiendo, aprendiendo.
Darle sentido a nuestro nombre, y cuando las cosas se ponen feas, somos pocos o hay tormenta, buscar el sol adentro nuestro,
renacer.
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