Manual de instrucciones: breve introducción al blog.

Hola, bienvenide.
Si llegaste acá por pura casualidad, quedate, pasá. Te cebo un mate mientras te explico cómo interpretar el desorden ordenado (sí, mi cabeza piensa que eso es, en alguna escala, orden) que anida en este blog.
No hay función apelativa. Quedate si querés. Yo te invito, pero podés decir que no. Lo que sigue son sólo palabras sueltas. Propias, y ajenas.
Tomá un mate. Y si no te gusta, un té. Y si no querés, un vaso de agua. Y una galletita. Si te vas, sin mirar nada, por lo menos no te llevás el estómago vacío.

lunes, 5 de julio de 2010

Otro secreto.

Si quiero que se me caiga una lágrima, no me sale.
Por más que me muerda los labios, me pinche el dedo o abra bien grande los ojos y no pestañee, la muy testaruda se queda en la ya vidriada superficie, haciéndole frente al aire, a las basuritas y a mi voluntad.
Después me olvido, y hasta acá todo normal.
El problema es que vienen cuando quieren. Es decir, cuando yo no quiero. En los momentos más estúpidos, más insignificantes o más inentendibles.
Cuando digo (o pienso) algo emocionante, cuando se encuentra la solución a algo o en algunas escenas de películas.
El esfuerzo que tengo que hacer para que se queden adentro, ni les cuento... ¿o qué creen que van a pensar quienes están al lado mío si me pongo a lagrimear porque un equipo de rugby gana en el último segundo con una diferencia de 3 puntos?

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