el sol de la mañana entra liso y llano por la ventana
y me ciega brevemente.
mientras las formas empiezan a delimitar sus contornos,
las sombras de las plantas se dibujan en la pared,
y adivino la hora.
se siente el presente en cada forma,
en cada brillo,
en cada luz que titila dibujando
el suave movimiento de un helecho,
un malvón o una lavanda.
y en este despertar,
en esta suspensión del tiempo,
se liberan las ataduras de lo viejo,
de lo hirsuto, de lo que ya no es;
se disipa la tristeza, se deshace el velo.
despacito, junto mis pedazos,
los acuno, los abrazo,
respiro profundo,
y, con la lentitud de una caricia,
me dispongo a comenzar el día.
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