Hasta la más común de las motas de polvo se vuelve un descubrimiento cuando aprendemos a mirarla con otros ojos.
Gracias por prestarme los tuyos, gracias.
Gracias por tus sorpresas y por tus risas,
gracias por tus torpezas, por entender las mías.
Por quererme siempre con gusto a azúcar,
Por quererme siempre con gusto a azúcar,
por colgarte conmigo hasta de un nenúfar.
Gracias por habitar esta fantasía
de querernos un poco más día a día.
.
.
*
Y mientras tanto nuestro amor,
amor,
se cocina a fuego lento.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario