Manual de instrucciones: breve introducción al blog.

Hola, bienvenide.
Si llegaste acá por pura casualidad, quedate, pasá. Te cebo un mate mientras te explico cómo interpretar el desorden ordenado (sí, mi cabeza piensa que eso es, en alguna escala, orden) que anida en este blog.
No hay función apelativa. Quedate si querés. Yo te invito, pero podés decir que no. Lo que sigue son sólo palabras sueltas. Propias, y ajenas.
Tomá un mate. Y si no te gusta, un té. Y si no querés, un vaso de agua. Y una galletita. Si te vas, sin mirar nada, por lo menos no te llevás el estómago vacío.

martes, 9 de noviembre de 2010

Fluir de la conciencia

Cierro los ojos. Los abro. Parpadeo contínuo se extiende un largo rato mientras una cadena eterna de pensamientos transita mi mente cual trenes que van hacia ningún lado, cual cartas que van a ningún buzón, cartas como esa que nunca escribiste, o la otra que tampoco escribí yo, y todas las palabras no dichas, y todas las palabras por decir, porque aunque hayamos compartido ya tantas tardes hay muchas otras esperando en el pasillo, y porque el pasillo es angosto, y no entramos los dos, y si no entramos es porque quizás somos demasiado grandes para el traje este que queremos ponernos, quizás sólo es cuestión de salirse, de abrir la jaula y volar, y estar juntos cuando canten los pájaros, o sea, nosotros, y seguir volando hacia quién sabe dónde, y dejarnos llevar por el viento hasta el mar, y ahí, entre la arena que se escurre entre los pies (sí, tenemos pies) encontrar un pedacito de nosotros mismos, de nosotros salados, un pedacito de esencia, esencia de vainilla y sal, y sonreir, y respirar, y reir, y soñar, y parpadear.

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