Manual de instrucciones: breve introducción al blog.

Hola, bienvenide.
Si llegaste acá por pura casualidad, quedate, pasá. Te cebo un mate mientras te explico cómo interpretar el desorden ordenado (sí, mi cabeza piensa que eso es, en alguna escala, orden) que anida en este blog.
No hay función apelativa. Quedate si querés. Yo te invito, pero podés decir que no. Lo que sigue son sólo palabras sueltas. Propias, y ajenas.
Tomá un mate. Y si no te gusta, un té. Y si no querés, un vaso de agua. Y una galletita. Si te vas, sin mirar nada, por lo menos no te llevás el estómago vacío.

lunes, 14 de julio de 2008

Sobre besos y recuerdos.

Todo rincón de la casa esconde recuerdos. Bueno, por ahí todos no, pero la mente es uno de esos mecanismos que hacen que cuando uno encuentra un rincón sin recuerdo, enseguida se lo inventa.
Cuando de tanto mirar las esquinas las historias empiezan a saltar y bailar por todos lados; y cada vez que vamos a la cocina nos tropezamos con alguno y rompemos algún vaso o plato, uno se cansa, y los levanta del piso y los guarda en el primer lugar que encuentra.
Así se empiezan a desparramar, entre puteada y plato roto. Y así sucede que hasta el más chiquitito recipiente se llena de tierra, de basuritas y de recuerdos.
Si buscásemos en todas las cajitas y cacharritos, esas latitas y lapiceros que dan vueltas por todos lados, encontraríamos minas de lápices, sacapuntas, pelusa, una bolita, una carta de amor de primer grado, pedacitos de uñas, el documento, el anillo de la abuela, la tapita de ese arito, miles de lapiceras sin tinta, la pulserita de tu mejor amiga (de Ana, la de sexto grado) y el pañuelito ese que te regaló Matías. Y entre todas esas cosas, migajas de momentos que se te juntan y rejuntan en la mente, y todos esos pedacitos de historia que empiezan a caer en picada contra nuestros cerebros.
Ordenar, entonces, es tarea difícil. A cada rato te salta un recuerdo por donde menos lo esperás. Es que son así. Se quedan agazapados esperando el momento de más debilidad para atacar.
Te sorprenden cuando, después de sacarle la tierra a ese libro para leer el título, al abrir en una página cualquiera el aire se llena de fragancia de rosa; cuando en aquel cajón de cosas viejas y olvidadas con sabor amargo encontrás un pedacito de cielo; cuando la inspiración ataca eligiendo la peor hora, produciendo el insomnio y alterando los sueños; cuando entre confesiones, descripciones y mates dulces, hasta los besos más extravagantes que uno guarda salen a dar un paseo.
Y sin querer queriendo, una lágrima de polvo recorre tu mejilla.

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