...ábreme la jaula que quiero volar.
Como en los relatos que parecen extraordinarios, aquellos en los que se envuelve a alguien en una niebla de ficción y se la espesa hasta el punto en que se termina convirtiendo en la realidad misma, el aire se hace cada vez más denso, como si una fina capa de humo afisxiara el ambiente y entrara a los pulmones sin ningún filtro.
No me gusta, no me gusta, no me gusta. Me ahogo, me cuesta respirar; apenas de un hilo de cordura cuelgan mis ganas de estallar.
¿La hipocresía es contagiosa?
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Se respira en el aire el silencio. Se observan en los rostros la mentira.
Como describe Accame, en Venecia; Casona, entre ilusiones, jacarandáes y ojos color avellana; Cortázar, con cartas, firmas y viajes de trabajo.
Como los pájaros... que por haber vivido siempre en una jaula, no saben lo bonito que es volar.
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